PALABRAS Y ESCRITURA:
HUMANOS Y COMPUTADORAS
Una forma sencilla de diferenciar a un ser humano de una computadora (un asunto que ya había ocupado a Alan Turing en 1950)
la ideó en el año 2000 Luis von Ahn. Su objetivo era evitar la
multiplicación millonaria de correos, o entradas basura, generados por
algoritmos que colapsaban la red.
Se
le ocurrió la idea de presentar letras garabateadas y difíciles de
leer. Las personas serían capaces de descifrarlas, y reproducirlas en su
teclado en la secuencia correcta, pero un ordenador no podría hacerlo.
A
esa secuencia garabateada se le denominó CAPTCHA (acrónimo de Test
público de Turing completamente automatizado para diferenciar a los
seres humanos de los computadores); puede considerarse un test de Turing inverso por medio del cual una computadora distingue al humano de una máquina.
Esta
técnica pone de manifiesto que en lo relativo al lenguaje (oral o
escrito) la actual digitalización y automatización informática se
estrellan contra complejidades harto difíciles de encajar en un
algoritmo. Es por eso que los mejores traductores automáticos están aún
muy lejos de alcanzar el nivel de un traductor humano, y es por eso que
la caligrafía nos singulariza frente al teclado mecánico.
Las palabras (y los textos escritos) no son un gigantesco problema de matemáticas y de cálculo de probabilidades. Son otra cosa. Por eso el Big Data no puede traducir un poema ... ni digitalizar un captcha en un teclado.
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